Espacios Habitados. Una mirada diferente
Andrea Pala
10. de gener 2020
Mirada Diferente. Fuente: © Espacios Habitados
Estamos acostumbrados a ver escenografías de vida perfecta creadas ad hoc para revistas de arquitectura que no son capaces de transmitir la esencia de un ambiente doméstico. Sin embargo, el habitar es algo más profundo de la simple publicidad de un “producto casa”.
El arquitecto, a la hora de trabajar, parece haber olvidado su condición original de habitante. Su visión de la vida dentro de una casa parece estar sujeta a una deformación profesional que la convierte en una mirada metódica, simplista y funcionalista. Este concepto está bien explicado por el escritor francés Georges Perec que, en el libro “Especies de espacios”, describe el modelo funcional de un apartamento. Se trata de un esquema caricatural que relata un día típico dentro de una vivienda, desde el punto de vista del arquitecto. A continuación una transcripción del texto en cuestión, donde se mencionan tres actividades repartidas a lo largo del día, y un comentario del mismo escritor.
Es evidente la crítica hacia la funcionalidad buscada por los arquitectos, que llegan a describir la vida a través de un procedimiento inequívoco y secuencial, casi de manera científica. En realidad la vida es algo imprevisible que no se puede proyectar. Por consiguiente, los espacios que habitamos deberían cambiar en función de las necesidades de sus habitantes, no estar sujetos a unas etiquetas establecidas a priori.
Espacios Habitados. Imagen: © Espacios Habitados
¿Cómo explicar todo esto al neurótico arquitecto del “Pobre Hombre Rico” de Adolf Loos? En este cuento, el arquitecto austriaco describe con ironía el destino de un hombre adinerado, que encarga a un arquitecto el proyecto de su casa. El sueño de poseer una vivienda magnífica se convertirá en su peor pesadilla.
Para entender mejor el nivel de angustia del arquitecto, provocado por el mínimo cambio a su proyecto, y la presión a la que está sometido el propietario, es indispensable reproducir un trozo de la célebre conversación entre los dos.
No hay manera de convencer al arquitecto, para él todo dentro de la casa está establecido, no se puede cambiar nada para no arruinar su trabajo. Pero, la casa es un espacio personal con el cual el habitante establece una relación íntima y única, si eso se le prohíbe siempre se sentirá como un pez fuera del agua y nunca considerará aquel espacio como suyo. De hecho, finalmente el hombre rico se convierte en pobre de una vez, privado del futuro vivir y aspirar, devenir y desear.
El proyecto no tiene dueño. Imagen: © Espacios Habitados
Hasta hora se ha dado prueba de la aspiración del arquitecto por tener el control sobre el mínimo detalle, también sobre los comportamientos de las personas dentro de la propia casa. Evidentemente, no se puede poner todo en el mismo saco, de hecho hay ejemplos de arquitectos que han sabido aprender de los errores, uno entre todos el italiano Giancarlo De Carlo.
De Carlo, a principio de su carrera, influenciado por los criterios del Movimiento Moderno, pensaba que en cualidad de arquitecto hubiera el derecho de proclamarse intérprete de las aspiraciones de los futuros residentes. Así, en su primer proyecto, un edificio residencial en Sesto San Giovanni (1950-51), planteó exactamente cómo los habitantes hubieran tenido que utilizar su arquitectura.
El edificio se desarrollaba sobre cinco niveles, cada uno servido por corredores continuos, que permitían el acceso a las viviendas. Su objetivo era proporcionar a las familias las mejores condiciones de habitabilidad, y la estrategia elegida fue favorecer el máximo aislamiento a cada núcleo familiar. Por esta razón las salas de estar y los dormitorios se construyeron al sur, hacia el sol; mientras las cocinas, los servicios y las entradas al norte, hacia la calle. El tratamiento de la fachada norte denunciaba el intento del arquitecto de garantizar el máximo aislamiento: los corredores fueron separados claramente del perfil de la fachada, de modo que el paso de la gente no molestara a los inquilinos; los parapetos, unas simples barandillas de acero, pensados con el intento de transmitir el sentido de vértigo y de hacer la parada lo más desagradable posible.
Vivienda tipo. Proyecto de Giancarlo De Carlo en Sesto San Giovanni. Fuente: © Espacios Habitados
Es famoso el artículo escrito por la revista Casabella (Casabella n. 201, 1954) en el que el arquitecto italiano hizo un mea culpa, exponiendo su autocrítica al proyecto.
De Carlo pudo comprobar por sí mismo, volviendo varias veces, cómo los inquilinos habían decidido utilizar los espacios, modificando completamente su concepción: las galerías al sol eran utilizadas para tender la ropa, mientras toda la gente se reunía en la fachada norte, en los corredores, que fueron colonizados por sillas, taburetes y juegos infantiles.
Vivienda tipo. Proyecto de Giancarlo De Carlo en Sesto San Giovanni. Fuente: © Espacios Habitados
Este fracaso se reveló una gran ocasión para reflexionar sobre el modo de entender la arquitectura. De Carlo había tenido una prueba tangible de que los principios tradicionales del Movimiento Moderno partían de una concepción equivocada del individuo, tratado como un sujeto estrechamente individual dentro de una óptica exclusivamente funcional. En la plena madurez de su carrera profesional llegó a la conclusión que la arquitectura tenía que ser cada vez más representativa de quien la utiliza, y cada vez menos de quien la proyecta.
Casi diez años más tarde, en 1960, el arquitecto holandés N. John Habraken marcó un cambio considerable respecto a la arquitectura racionalista, gracias a la “Teoría de los soportes”. Su propuesta se basaba en una cuestión conceptual bastante sencilla: separar la parte fija de un edificio, es decir el soporte (estructura, instalaciones y aberturas), de lo que puede ser modificable y que él denominaba relleno (tabiques, armarios, equipamientos de cocina y baño, y todo lo que pueda depender del usuario). Como nos confirma Josep María Montaner:
Esta teoría fue uno de los primeros pasos hacia el reconocimiento concreto de la importancia del usuario en el proceso arquitectónico. Hoy en día, continúa siendo muy actual y ampliamente reconocida por muchos arquitectos.
Sin embargo, el error que todavía muchos arquitectos cometen es la búsqueda de una idea de totalidad y de un punto de vista único, mientras que en otros ámbitos hace tiempo que se ha entendido como funciona el mundo real. En este sentido Juhani Pallasmaa afirma que:
Tomando en cuenta estas palabras, resulta necesaria la búsqueda de una mirada diferente que nos ayuden a capturar la verdadera esencia del ambiente doméstico de la casa. Ya no valen todas las imágenes que encontramos en las revistas de arquitectura y que sirven para vender y publicitar el “producto casa”, hay que buscar en otra parte. En este sentido, os invitamos a visitar la web Espacios Habitados donde es posible encontrar un catálogo de obras artísticas que nos permite entrar en los espacios habitados por la gente y descubrir la verdadera esencia del hogar.