Premio latinoamericano de arquitectura Rogelio Salmona

Ana María Álvarez
3. abril 2024
Premio latinoamericano de arquitectura Rogelio Salmona. Cortesía: Fundación Rogelio Salmona

Rogelio Salmona fue uno de los arquitectos colombianos más importantes del siglo XX. De su manera de entender y proyectar edificios se destaca la firme intención y realización de espacios colectivos, abiertos al público. Sus obras van más allá del edificio construido y son proyectos que transforman la ciudad.

En el 2009, se creó la fundación con su nombre para honrar la memoria, el pensamiento y las enseñanzas de este arquitecto. Y en el año 2014, la fundación lanzó el primer ciclo del premio latinoamericano de arquitectura Rogelio Salmona: espacios abiertos / espacios colectivos. La función central del premio es destacar y difundir las mejores prácticas de arquitectura en ciudades latinoamericanas y del Caribe, prácticas que crean espacios públicos significativos y que fomentan la convivencia entre sus habitantes. Se trata de una manera de promover la consolidación de ciudades inclusivas y con un fuerte sentido de identidad. 

Hablamos con María Elvira Madriñán, compañera y socia de Salmona, sobre el premio y este cuarto ciclo que presentaron el 29 de febrero de 2024, en el auditorio de la biblioteca pública Virgilio Barco en Bogotá, uno de los proyectos más visitados y estudiados de Rogelio Salmona. Nos interesa compartir su visión sobre el valor del espacio colectivo: ese que contribuye al fortalecimiento de ciudades más inclusivas y cohesionadas.

¿Cómo fue ese proceso de introspección sobre el premio entre el 2018 y el 2024?

Teníamos la certeza de que este premio era el mejor proyecto que habíamos creado desde la fundación, porque es un premio atípico, un premio que reconoce una arquitectura que es vieja, por decirlo de alguna manera, que no está recién terminada, que no está impecable. Se trata de premiar obras a las que ya ha pasado un tiempo, que pueden pasar desapercibidas pero que realmente construyen ciudad. Así que lo que revisamos fue si valía la pena seguir con ese enfoque o si deberíamos cambiarlo.

Después de muchas reuniones y discusiones, concluimos que ese debía seguir siendo el enfoque, que debíamos seguir haciendo énfasis en reconocer una arquitectura con al menos 5 años de terminada, de uso, de vida en una ciudad. Lo que sí cambió es la manera de recoger los proyectos: lo que hacíamos antes era una curaduría, con unas personas especialistas en diferentes lugares de Latinoamérica, que escogían algunos proyectos que luego pasaban por el jurado. 

A partir de ahora, la convocatoria a participar es abierta y, así, pensamos que es más igualitario. Con los curadores, cada uno puede tener una visión específica que puede dejar de lado obras importantes. Los curadores ahora son parte del jurado: son personas que hacen una primera selección de ese panorama que se presente al llamado abierto y, a partir de allí, se pasa a la evaluación final.

Así que nos reafirmarnos en el premio, que cuestionamos desde todos los puntos de vista: lo comparamos, también, con otros premios de arquitectura y nos dimos cuenta de que es el único premio que tiene ese carácter y el enfoque de buscar proyectos que con pequeñas acciones construyan ciudad y construyan espacios ciudadanos. Somos conscientes de que, en general, en Europa es distinto con ciudades abiertas, fáciles de recorrer por todos, pero la tendencia en nuestras ciudades latinoamericanas es crear conjuntos cerrados con grandes espacios libres pero que niegan la vida a la ciudad. Es decir, los beneficios son para quienes viven en esas urbanizaciones, pero si estás en la manzana de al lado no puedes usar ese espacio abierto.

Creemos que es un tema democrático, ese tema de que la ciudad nos pertenece a todos, de que nos apropiamos de los espacios por cultura, identificación, de reconocerse en esos espacios. Pero cuando todo esto es segregado y tú vives en este mundo, pequeño mundo, encerrado entre rejas, no es el ideal de una ciudad. Y eso es lo que queremos cambiar.

Este es nuestro gran aporte.

 

Las personas que antes formaban ese grupo de curaduría ahora deben convertirse en embajadores del premio. 

Creo que esa labor necesitamos que la hagan y de hecho la están haciendo, pues están divulgando entre colegas, colegios de arquitectos, universidades, para que todos se enteren. Sabemos que debemos ir más allá de las redes sociales y lo digital. 

Sabemos que recibir propuestas será complejo, nos inquieta un poco, pero creemos que nuestra tendencia como latinoamericanos es que dejamos todo para el último momento. Somos conscientes de que pusimos un tiempo corto, pero es el tiempo preciso para alcanzar a publicar el libro con todos los proyectos en septiembre, que será la entrega del premio. Entonces, ese es nuestro gran esfuerzo, lograr tener todo el material para poder empezar con el libro en paralelo con el trabajo del jurado.

Premio latinoamericano de arquitectura Rogelio Salmona. Cortesía: Fundación Rogelio Salmona

¿Sigue siendo un premio bienal?

Sí, es bienal. Si no, ¡no aguantamos! Pero fue otro punto a tener en cuenta porque, este año al menos, el premio coincide con bienales latinoamericanas y sabemos que los arquitectos evaluarán si se presentan al premio o a otros eventos. Esto es porque, en esta ocasión, hay un valor por inscripción que antes no lo hacíamos. Entonces, son cosas que van sumando.

 

¿Cómo sientes que está siendo el proceso de la fundación? ¿Cómo sientes que, a través del premio, se está honrando y fomentando este legado que dejó Rogelio Salmona?

Primero pensamos que el nombre de Rogelio siempre debía estar presente. Es un honor, una remembranza de esas enseñanzas que nos dejó y que están presentes en Bogotá.

Y si bien Rogelio se reconoce por la calidad de su arquitectura, por el manejo del material, por el uso de una serie de elementos, pensamos subrayar su aporte de abrir la arquitectura a la ciudad, de generar espacios abierto de verdad. En cada uno de sus proyectos hay espacios de socialización, de encuentro, que él llamaba espacios abiertos. Para Rogelio, esa idea venía de la importancia que tenía este tipo de espacios en América en la arquitectura prehispánica.

Porque estos eran los grandes espacios de congregación de las culturas. Su estudio fue para Rogelio abrir un panorama nuevo y, desde 1980 hasta el 2000, no concebía un proyecto que no tuviera espacios abiertos.

Además, y muy importante, lo hacía de tal manera que se garantizara que el propietario del proyecto no lo pudiera cerrar (porque sucede muchas veces). En el caso concreto del Fondo de Cultura Económica, un proyecto en el centro de Bogotá, una zona que puede ser insegura y que la tendencia es el control y el cierre de los espacios. Salmona creó un patio circular que convirtió en área de cesión como espacio público, así que se aseguró de que el edificio no pudiera cerrarse porque tenía que mantener ese espacio público, ese espacio para el uso de todos. Lo hizo premeditadamente, obviamente.

Es un ejemplo de construcción de ciudad desde los promotores privados. Por eso, con el premio invitamos a los promotores privados. No queremos los grandes proyectos del Estado, las grandes alamedas, todo esto que el gobierno puede hacer con cierta solvencia. 

Por ejemplo, en versiones anteriores, participó una iglesita en Bolivia, en el Amazonas, una obra muy pequeña pero que generó el espacio abierto donde se reunía la comunidad. Hubo otro proyecto, en Paraguay, de una iglesia construida por la misma comunidad, con grandes problemas técnicos pero con la que lograron crear ese espacio comunitario que les cambió la vida.

Eso es lo importante: no son los grandes proyectos, no son las grandes intervenciones o proyectos de gobierno, sino esas pequeñas acciones que contribuyen a mejorar los encuentros culturales, que crean las condiciones para que la gente se reconozca y se identifique. Son lugares donde está toda la simbología de lo que es una cultura, donde de verdad se representa una cultura, la vida, unas tradiciones. Y eso es lo que queremos resaltar.

María Elvira Madriñán durante la conversación con Spanish Architects.

Lo expresaste en la presentación de este ciclo del premio: buscar “esos espacios colectivos donde se comparten sueños y se crean amistades”. Es una manera muy revolucionaria de hablar de la arquitectura.

En la arquitectura siempre se habla de la ventana, del volumen, del objeto, de la estructura. Y muy poco de lo que crea y de lo que puede crear esa arquitectura, que es construir ciudadanía.

 

Es un premio ético. A premeditar situaciones culturales y en comunidad.

Claro. Se trata de resaltar esas arquitecturas en las que se piensa previamente, que buscan herramientas para crear espacios colectivos y abiertos.

El caso de las Torres del Parque (terminadas en 1970), aquí en Bogotá, es una gran apuesta por todo el espacio público que genera. En ese momento, se estaban llevando a cabo diversos proyectos de vivienda que atrajeran a residentes de vuelta al centro de la ciudad. En el momento de entrega del proyecto al promotor, una vez terminado el recorrido por los edificios y los espacios abiertos, le pidieron a Rogelio que cerrara los edificios. Él se negó así que le pidieron que delimitara lo público de lo privado, y así lo hizo con una placa en el suelo, nada más. Este proyecto realmente es un espacio ciudadano, un espacio que congrega a vecinos y paseantes.

Rogelio era un convencido que entre más abierto y más público es un espacio, más seguridad existe. Lo cerrado genera el efecto contrario.

 

¿Crees que recibirás obras de al menos 5 años de edad de profesionales conscientes de crear ciudades humanas?

Estamos convencidos. Esperamos que quienes se inscriban, estén seguros de leerse las bases y de cumplir con la llamada. Somos conscientes de la labor, en este momento, de la fundación y del jurado de promover el premio y de invitar a presentarse.

En Medellín, por ejemplo, se desarrollaron proyectos a inicios de los 2000 que enriquecieron los espacios colectivos. Y la ciudad no ha parado en ese sentido. Creemos que podemos demostrar que en Latinoamérica sí se hace ese tipo de arquitectura y que, de verdad, el premio de arquitectura Rogelio Salmona puede ser transformador.

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