Espacios Habitados. Una mirada diferente

Andrea Pala
10. enero 2020
Mirada Diferente. Fuente: © Espacios Habitados

El arquitecto, a la hora de trabajar, parece haber olvidado su condición original de habitante. Su visión de la vida dentro de una casa parece estar sujeta a una deformación profesional que la convierte en una mirada metódica, simplista y funcionalista. Este concepto está bien explicado por el escritor francés Georges Perec que, en el libro Especies de espacios, describe el modelo funcional de un apartamento. Se trata de un esquema caricatural que relata un día típico dentro de una vivienda, desde el punto de vista del arquitecto. A continuación una transcripción del texto en cuestión, donde se mencionan tres actividades repartidas a lo largo del día, y un comentario del mismo escritor.

"07:00 - La madre se levanta y va a preparar el desayuno en - COCINA.  12:30 - El padre y la madre almuerzan en el - COMEDOR.  20:30 - El padre y la madre van a mirar la televisión en la - SALA.  Se darán cuenta en este modelo, […], que nadie vive en este modo, por supuesto, pero sin embargo es así, y no en otra manera, que los arquitectos y los urbanistas nos ven vivir y quieren que vivamos.”

Es evidente la crítica hacia la funcionalidad buscada por los arquitectos, que llegan a describir la vida a través de un procedimiento inequívoco y secuencial, casi de manera científica. En realidad la vida es algo imprevisible que no se puede proyectar. Por consiguiente, los espacios que habitamos deberían cambiar en función de las necesidades de sus habitantes, no estar sujetos a unas etiquetas establecidas a priori.

Espacios Habitados. Imagen: © Espacios Habitados

¿Cómo explicar todo esto al neurótico arquitecto del “Pobre Hombre Rico de Adolf Loos? En este cuento, el arquitecto austriaco describe con ironía el destino de un hombre adinerado, que encarga a un arquitecto el proyecto de su casa. El sueño de poseer una vivienda magnífica se convertirá en su peor pesadilla.

Para entender mejor el nivel de angustia del arquitecto, provocado por el mínimo cambio a su proyecto, y la presión a la que está sometido el propietario, es indispensable reproducir un trozo de la célebre conversación entre los dos.

P.H.R.: Ayer celebré mi cumpleaños. Mis seres queridos me colmaron de regalos. Le pedí que viniera, querido Señor Arquitecto, para que nos aconseje sobre cuál es la mejor manera de colocar los objetos. ARQ.: ¡Cómo se le ocurre dejarse regalar algo! ¿No se lo he diseñado yo todo? ¿No lo he tenido ya todo en cuenta? Usted no necesita nada más. Está usted completo. P.H.R.: Pero, ¡todavía podré comprarme algo! ARQ.: ¡No, no puede usted! ¡Nunca más y nada más! Sólo me faltaba esto. Cosas que no hayan sido diseñadas por mí. ¿No he hecho suficiente permitiéndole el Charpentier? ¡La estatua que me roba toda la fama de mi trabajo! ¡No, no puede comprarse usted nada más! P.H.R.: ¿Y si mi nieto me regala un trabajo del jardín de infancia? ARQ.: Pues, ¡no puede usted aceptarlo!

No hay manera de convencer al arquitecto, para él todo dentro de la casa está establecido, no se puede cambiar nada para no arruinar su trabajo. Pero, la casa es un espacio personal con el cual el habitante establece una relación íntima y única, si eso se le prohíbe siempre se sentirá como un pez fuera del agua y nunca considerará aquel espacio como suyo. De hecho, finalmente el hombre rico se convierte en pobre de una vez, privado del futuro vivir y aspirar, devenir y desear.

El proyecto no tiene dueño. Imagen: © Espacios Habitados

Hasta hora se ha dado prueba de la aspiración del arquitecto por tener el control sobre el mínimo detalle, también sobre los comportamientos de las personas dentro de la propia casa. Evidentemente, no se puede poner todo en el mismo saco, de hecho hay ejemplos de arquitectos que han sabido aprender de los errores, uno entre todos el italiano Giancarlo De Carlo.

De Carlo, a principio de su carrera, influenciado por los criterios del Movimiento Moderno, pensaba que en cualidad de arquitecto hubiera el derecho de proclamarse intérprete de las aspiraciones de los futuros residentes. Así, en su primer proyecto, un edificio residencial en Sesto San Giovanni (1950-51), planteó exactamente cómo los habitantes hubieran tenido que utilizar su arquitectura.

El edificio se desarrollaba sobre cinco niveles, cada uno servido por corredores continuos, que permitían el acceso a las viviendas. Su objetivo era proporcionar a las familias las mejores condiciones de habitabilidad, y la estrategia elegida fue favorecer el máximo aislamiento a cada núcleo familiar. Por esta razón las salas de estar y los dormitorios se construyeron al sur, hacia el sol; mientras las cocinas, los servicios y las entradas al norte, hacia la calle. El tratamiento de la fachada norte denunciaba el intento del arquitecto de garantizar el máximo aislamiento: los corredores fueron separados claramente del perfil de la fachada, de modo que el paso de la gente no molestara a los inquilinos; los parapetos, unas simples barandillas de acero, pensados con el intento de transmitir el sentido de vértigo y de hacer la parada lo más desagradable posible.

Vivienda tipo. Proyecto de Giancarlo De Carlo en Sesto San Giovanni. Fuente: © Espacios Habitados

Es famoso el artículo escrito por la revista Casabella (Casabella n. 201, 1954) en el que el arquitecto italiano hizo un mea culpa, exponiendo su autocrítica al proyecto. 

“[…] sufrí la violencia que pusieron en atacarlo para convertirlo en su hogar; averigüé la inexactitud de mis cálculos. […]”

De Carlo pudo comprobar por sí mismo, volviendo varias veces, cómo los inquilinos habían decidido utilizar los espacios, modificando completamente su concepción: las galerías al sol eran utilizadas para tender la ropa, mientras toda la gente se reunía en la fachada norte, en los corredores, que fueron colonizados por sillas, taburetes y juegos infantiles.

“[…] Entendí entonces cuánto poco seguro fueron mis cálculos, a pesar de la apariencia racional. Cuenta la orientación y cuenta el verde y la luz y poderse aislar, pero más que todo cuenta verse, hablar, estar junto. Más que todo cuenta comunicar.”

Vivienda tipo. Proyecto de Giancarlo De Carlo en Sesto San Giovanni. Fuente: © Espacios Habitados

Este fracaso se reveló una gran ocasión para reflexionar sobre el modo de entender la arquitectura. De Carlo había tenido una prueba tangible de que los principios tradicionales del Movimiento Moderno partían de una concepción equivocada del individuo, tratado como un sujeto estrechamente individual dentro de una óptica exclusivamente funcional. En la plena madurez de su carrera profesional llegó a la conclusión que la arquitectura tenía que ser cada vez más representativa de quien la utiliza, y cada vez menos de quien la proyecta.

Casi diez años más tarde, en 1960, el arquitecto holandés N. John Habraken marcó un cambio considerable respecto a la arquitectura racionalista, gracias a la “Teoría de los soportes”. Su propuesta se basaba en una cuestión conceptual bastante sencilla: separar la parte fija de un edificio, es decir el soporte (estructura, instalaciones y aberturas), de lo que puede ser modificable y que él denominaba relleno (tabiques, armarios, equipamientos de cocina y baño, y todo lo que pueda depender del usuario). Como nos confirma Josep María Montaner:

“Habraken reclamaba la recuperación de la relación natural entre las personas y sus casas, entre los ocupantes y los proyectistas, sin renunciar a seguir desarrollando las vertientes sistemáticas y científicas de la arquitectura moderna” (La arquitectura de la vivienda colectiva. Políticas y proyectos en la ciudad contemporánea, Barcelona: Editorial Reverté, 2015)

Esta teoría fue uno de los primeros pasos hacia el reconocimiento concreto de la importancia del usuario en el proceso arquitectónico. Hoy en día, continúa siendo muy actual y ampliamente reconocida por muchos arquitectos.

Sin embargo, el error que todavía muchos arquitectos cometen es la búsqueda de una idea de totalidad y de un punto de vista único, mientras que en otros ámbitos hace tiempo que se ha entendido como funciona el mundo real. En este sentido Juhani Pallasmaa afirma que:

“La descripción del hogar parece pertenecer más a los ámbitos de la poesía, la ficción, el cine y la pintura que de la arquitectura”. (Habitar, Barcelona: Gustavo Gili, 2016)

Tomando en cuenta estas palabras, resulta necesaria la búsqueda de una mirada diferente que nos ayuden a capturar la verdadera esencia del ambiente doméstico de la casa. Ya no valen todas las imágenes que encontramos en las revistas de arquitectura y que sirven para vender y publicitar el “producto casa”, hay que buscar en otra parte. En este sentido, os invitamos a visitar la web  Espacios Habitados donde es posible encontrar un catálogo de obras artísticas que nos permite entrar en los espacios habitados por la gente y descubrir la verdadera esencia del hogar.

Estratos de lo Doméstico. Interior I. © Mar Hernández. Fuente: © Espacios Habitados

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