Anatomía de la urbanalización: arquitectura europea en los waterfronts

Francesc Muñoz
27. 2月 2020
"Arquitecturas en la orilla", Museo Marítimo de Barcelona. Cortesía Fundació Mies van der Rohe. Foto: Pepo Segura

En los primeros fotogramas de On the Waterfront (la ley del silencio), la conocida película de Elia Kazan, ya desde las primeras líneas del guión, se hace evidente la fuerte asociación entre la ciudad y el puerto, entre la atmósfera urbana y el espacio del puerto industrial. El cine, de hecho, ha sido el encargado de producir una iconografía más que abundante que asimila el paisaje urbano portuario como metáfora de la propia ciudad: movilidad, intercambio, intensidad, ruido y tránsitos desordenados de bienes y personas, intereses y asuntos, el azar o lo inesperado. En la película de Kazan, incluso la lucha a golpes en los últimos momentos de metraje entre Marlon Brando y Lee J. Cobb en los muelles del río Hudson refleja la calidad verdaderamente urbana del puerto, con unos enfoques de la cámara y un montaje de las imágenes que nos recuerda que estamos ‘en el waterfront’. Tal vez debido a este claro contenido urbano, los espacios portuarios, los frentes marítimos y fluviales, constituyen uno de los territorios donde la transformación de la ciudad que ha caracterizado la evolución de la metrópolis contemporánea desde el tercer cuarto del siglo XX, se ha mostrado con especial y más clara intensidad. Testimonios privilegiados del paso de ciudad a metrópolis, los entornos urbanos portuarios han reflejado la transición de la urbe industrial, aquella ‘ciudad fábrica’ mencionado en los manuales de economía, a la ‘ciudad espectáculo’, donde los usos del consumo, el ocio y el entretenimiento, propios de las exigencias del turismo global, hacen evidente una nueva cultura urbana. Estos espacios urbanos a la orilla del agua, fragmentos de la ciudad en el límite, tradicionalmente ocupados por actividades portuarias, productivas o industriales, han sido objeto de proyectos de regeneración urbana que han cambiado no sólo la forma y las funciones del frente marítimo o fluvial, sino, en realidad, la imagen y la fisonomía de la propia ciudad. 

Se trata de un proceso que, en realidad, se explica por lo que no ha sido otra cosa que un cambio radical en cuanto al modelo de concentración territorial que, durante más de un siglo, había caracterizado los procesos de urbanización. Así, las mejoras en términos de transporte y telecomunicaciones llevaron a que desapareciera la necesidad de concentrar los usos productivos tradicionales en la ciudad, de manera que la antigua geografía hecha de grandes implementaciones industriales urbanas y zonas francas portuarias fuera progresivamente sustituida por una serie de lugares mucho más dispersos en el territorio. Aquel modelo económico que había dado lugar a paisajes de alta densidad urbana, caracterizados por la presencia absoluta o relativa del contenido industrial, de Detroit a Bilbao, del eje Torino-Milán al Rürghebiet alemán, fuera redefiniéndose sobre la base de nuevos territorios hub, estratégicamente ubicados en enclaves de vasta escala metropolitana, mientras que los antiguos lugares en el centro urbano permanecieron en desuso como un nuevo terreno baldío a la espera. En cuanto a la evolución específica de los espacios portuarios y los frentes fluviales antes productivos e industriales, la piedra angular para entender este nuevo escenario tiene que ver directamente con la revolución que representó el transporte con grandes contenedores.

"Arquitecturas en la orilla", Museo Marítimo de Barcelona. Cortesía Fundació Mies van der Rohe. Foto: Pepo Segura

De hecho, desde entonces, ninguno de los tres requisitos básicos de la actividad portuaria tradicional ha sido ya necesario: En primer lugar, las instalaciones en el transporte y las conexiones por carretera y ferrocarril de los trenes de alta velocidad hacen que ya no sea necesario almacenar los productos en grandes edificios y construcciones portuarias anteriormente destinadas a esta función, de modo que esta arquitectura portuaria funcional ha ido quedando progresivamente sin uso, como mero testigo del pasado industrial. En segundo lugar, la carga y descarga de mercancías y, en general, la gestión de los productos transportados mediante nuevos sistemas altamente tecnificados digitales, hace que ya no sea necesaria la mano de obra portuaria con la misma intensidad ni cualificación. Por último, el transporte de contenedores requiere lógicamente mucha más superficie de circulación y aparcamiento, con lo que la antigua ‘hoja de agua’ típica de los espacios portuarios protegidos también pierde su función al mismo tiempo que requiere mucho más espacio físico para la movilidad de contenedores y el desarrollo de operaciones logísticas que caracterizan a los puertos industriales y productivos en la actualidad. Esta redefinición completa tanto del trabajo portuario como del papel económico de los antiguos waterfronts hizo que la propia actividad portuaria se trasladara progresivamente a otros territorios, lejos de la ciudad central, mejor conectados a las vías de comunicación y ubicados en enclaves metropolitanos más estratégicos para dar lugar a nuevas áreas de actividades logísticas, igualmente cercanas a las también importantes zonas aeroportuarias. Al mismo tiempo, los antiguos puertos urbanos fueron orientando sus funciones y vocación económica, acomodando nuevos espacios para el consumo, el ocio, el entretenimiento y también residencial, siempre caracterizados por un tipo de urbanismo genérico y altamente estandarizado que ha ido transformando esos lugares, específicamente connotados con la ciudad y la vida urbana de la civilización industrial, en verdaderas playas de ocio metropolitano, donde las orientaciones globales de las actividades inmobiliarias y turísticas han encontrado su nicho privilegiado. 

Ópera y Ballet Nacional de Noruega por Snøhetta, Ganador EU Mies Award 2009. Foto: Christopher Hagelund 

Así, a finales del siglo XX, de la misma manera como todas las ciudades parecían necesitar los edificios brillantes de titanio firmados por Frank Ghery; los contenedores culturales de color blanco construidos por Richard Meier; los rascacielos de textura transparente de Jean Nouvel; o las esculturas curvas de Richard Serra, una gran mayoría de antiguos espacios del puerto ya habían sido reincorporados al espacio urbano productivo siguiendo operaciones de regeneración urbana. Unas operaciones que los entregaban de nuevo a la ciudad como superficies lisas y planas, donde una serie de usos bien zonificados y estandarizados componían un menú de intervenciones tanto simple como predecible: una acuario metropolitano; un cine IMAX; una zona delimitada de ocio y compras con los correspondientes y esperados espacios públicos, diseñado al mejor servicio de los requerimientos de la economía global de las franquicias; y, de manera igualmente reiterada, algún contenedor cultural que, mientras reciclaba algunos de los viejos edificios del antiguo puerto productivo, proponía unas gotas de contenido local, la mayoría de las veces en forma de equipamiento museístico inspirado en elementos puntuales de la cultura del lugar. De Londres a Génova, de Liverpool a Bilbao, de Barcelona a Amberes; de Lisboa a Rotterdam. El espacio urbano tradicional del waterfront evolucionaba hasta plantearse exclusivamente como otro espacio hub, un atractor de movilidad metropolitana y global, un recinto acotado donde una arquitectura autista no hacía más que subrayar las nuevas prioridades de un urbanismo sin ningún tipo de ambición de generar tejidos, ni soluciones de continuidad, anclado y prisionero dentro de las coordenadas de un ejercicio continuo de copy&paste urbano. Así, la forma en que los waterfronts se han reincorporado al espacio físico de la ciudad durante las últimas décadas nos permite proponer itinerarios comunes y concluir que, de hecho, han constituido un banco de pruebas para ensayar unas políticas urbanas que debían negociar un cambio de escala desde los marcos propios del Estado del Bienestar a las nuevas reglas de juego introducidas por la competencia urbana internacional con el fin de lograr un mayor grado de globalización en el espacio de la ciudad. 

"Arquitecturas en la orilla", Museo Marítimo de Barcelona. Cortesía Fundació Mies van der Rohe. Foto: Pepo Segura

Waterfronts y las estrategias urbanas: de lugares de oportunidad a lugares comunes. 

La variedad de contextos urbanos de transformación que los waterfronts han representado en las últimas décadas sugeriría, en principio, la existencia de un menú diverso y plural de intervenciones. Aunque sólo sea por la diversidad que los entornos portuarios, marítimos y fluviales muestran en diferentes ciudades: antiguos puertos urbanos en zonas centrales; riberas fluviales de diferente escala; puertos industriales de primera y segunda generación en declive; o entornos marítimos caracterizados por usos turísticos anteriores. La revisión de los diferentes casos en Europa muestra algunos denominadores comunes con respecto a las estrategias de cambio y transformación de los waterfronts que ayudaron a definirlos, en un primer momento, en términos de territorio de oportunidad. Concretamente, tres principales serían la innovación tecnológica; la renovación urbana; y la promoción de una nueva imagen para la ciudad. En primer lugar, la innovación tecnológica se ha referido a una amplia gama de actuaciones y estrategias encaminadas a mantener y reforzar el espacio económico representado por waterfronts y espacios portuarias. En la mayoría de los casos, las intervenciones sirven para atraer nuevos sectores productivos o terciarios con alta capacidad de crear valor añadido. Es el caso, por ejemplo, de las actividades relacionadas con la nueva economía del conocimiento, referida principalmente a la capacidad de la ciudad para ubicar en sus frentes marítimos, fluviales o portuarios, clústeres de innovación tecnológica o creatividad cultural. En segundo lugar, la renovación urbana ha considerado en una mayoría de sus iniciativas la sustitución de determinados elementos construidos o fragmentos de tejido urbano, siempre con el predominio de proyectos de gran escala, con un contenido zonal muy destacado y que han tenido en común la transformación integral de la interfase ciudad-agua. A este respecto, las acciones de renovación siempre han determinado un cambio de naturaleza estructural en al menos tres direcciones específicas: Por un lado, con respecto a la dimensión morfológica del waterfront, con intensos cambios en el paisaje portuario, marítimo o fluvial, con predominio de ejemplos en los que la sustitución literal de la forma urbana ha sido un leitmotiv común y repetido, tanto en términos de los nuevos usos del suelo incorporados como al propio skyline urbano resultado de las intervenciones. Por otro lado, en lo que respecta a la dimensión funcional, derivada de la transformación de la base económica y de las funciones a la misma asociadas y que han sido intensamente modificadas y sustituidas por otras nuevas. A este respecto, el resultado final de la mayoría de las operaciones de renovación urbana en los waterfronts europeos muestra como última correlación la introducción de nuevos valores económicos, paisajísticos y de consumo cultural de tipo temático, museístico o turístico, como sucede en los casos de Génova, Liverpool o Newcastle. Por último, en relación a la dimensión social, relativa a la esfera comunitaria local y concretada en no pocas ocasiones a partir de procesos claros y acelerados de elitización y gentrificación. Unas dinámicas que han representado la sustitución literal de algunas poblaciones por otras no sólo de los residentes, sino también de los visitantes, caracterizadas por diferentes capacidades adquisitivas, ingresos acumulados, nivel de instrucción y, en consecuencia, patrones de consumo y estilos de vida, en comparación con los antiguos habitantes de los barrios del waterfront.

Biblioteca Nacional de Francia por Dominique Perrault Architecte, Ganador EU Mies Award 1996. Foto: Georges Fessy

En tercer lugar, en cuanto a la promoción de la imagen de la ciudad, las operaciones de transformación de los waterfronts han constituido referentes que, en muy pocos casos, han acabado inspirando el mismo modelo de cambio de imagen urbana que se proponía para toda la ciudad. Los casos de Bilbao, Hamburgo, Liverpool, Valencia o Barcelona son muy claros a este respecto. En efecto, las operaciones de regeneración en los waterfronts han representado una verdadera prueba para muchos programas de branding urbano: estrategias de imagen ciertamente complejas que tienden a movilizar elementos culturales del sedimento local, desde la arquitectura vernácula hasta la comida tradicional, casi siempre orientado a engordar el gran mercado mundial de imágenes urbanas que alimentan el turismo global de consumo rápido. Si bien es cierto que estos tres denominadores comunes representan una amplia gama de posibilidades de intervención y es igualmente cierto que se han combinado diferentes formas en las diversas experiencias de regeneración urbana que han tenido lugar en los waterfronts europeos, lo cierto es que cualquier diagnóstico sobre la transformación de estos espacios urbanos en las últimas cuatro décadas muestra el predominio absoluto de ciertos patrones de intervención ciertamente estandarizados y comunes, que han priorizado, en cambio, el urbanismo del copy&paste al que nos referíamos anteriormente: de nuevo otro acuario; otro cine IMAX; otro museo del mar, etc... Más que proyectos hábiles en generar dinámicas inclusivas y sinergias entre el waterfront renovado y la ciudad existente, sobran las experiencias de transformación que sólo han priorizado los beneficios económicos y réditos de imagen urbana a corto plazo, derivados de la especialización funcional del uso de los usos del suelo y las actividades. Todo esto revela la abrumadora mayoría de las estrategias urbanas definidas por su sencillez y la univocidad de las acciones consideradas, incapaces de generar múltiples usos y relaciones transversales entre territorios, actividades y poblaciones diferentes. Un escenario final en el que los waterfronts, a pesar de constituir espacios de nuevas oportunidades, se han mostrado progresivamente como espacios urbanos comunes. 

Muelle Kvæsthus por Lundgaard & Tranberg Architects, Shortlisted EU Mies Award 2017. Foto: Jens Lindhe 

Los waterfronts europeos hoy: después de la urbanalización.

El proceso de urbanalización, en definitiva, representa la ecualización del carácter urbano de los espacios portuarios y de los frentes marítimos en Europa. En todos los casos, el antiguo frente marítimo o productivo del puerto ha dado paso a un territorio donde el espacio público, por un lado, y la especialización económica en los usos del consumo y el entretenimiento, por otro, dibujan al waterfront como espejo de lo que han sido las principales dinámicas de cambio que la globalización urbana ha representado para la ciudad, no sólo en lo que respecta a su apariencia física, desde el exterior, sino también por lo que se refiere a su médula ósea funcional, desde dentro. En este sentido, fenómenos como el turismo global, que ha multiplicado la presencia e intensidad de uso del espacio por parte de los visitantes ajenos al pósito local; o la consolidación de un estilo de vida urbano definitivamente caracterizado por la hipermovilidad de las poblaciones residentes, no han hecho más que enfatizar el surgimiento de nuevos comportamientos urbanos con respecto al uso de espacios públicos, donde la competencia por cada metro cuadrado de suelo colectivo convive con las dinámicas de especialización funcional y simplificación semántica que configuran la urbanalización. Cualquier radiografía del uso y funcionamiento de los espacios portuarios muestra los efectos de al menos dos tendencias principales que no son más que el reflejo de un intenso proceso de cambio de lo que es y representa la ciudad en este tercer milenio: Por un lado, es en los waterfronts urbanos donde mejor se observan las tendencias de privatización y tematización de los espacios públicos urbanos; procesos orientados a reducir, minimizar y, en el peor de los casos, amputar literalmente los usos públicos que acostumbran a hacerse fuertes y ocupar el espacio de la ciudad. Así, los waterfronts se han cargado de usos privados que, de manera progresivamente permanente, muestran una clara ocupación, tanto visual como física, del espacio pero también del propio tiempo urbano: un tiempo que se vuelve connotado cada vez más con las funciones de lucro y consumo globales y representado cada vez más por los significados de la cultura e identidad locales. Por otro lado, es también en los waterfronts donde el espacio público urbano, tradicionalmente entendido como el lugar esencial de la colectividad, donde los usos públicos del espacio representaban también imaginarios, valores y cultura compartida, se ha ido, en este sentido, adelgazando, por lo que ahora es como un simple contenedor de usos públicos que carecen de la capacidad necesaria y robusta de representación colectiva. De esta manera, el espacio público en los waterfronts, que debería garantizar esta valencia urbana local, en lugar de resaltar las diferencias que caracterizan el estilo de vida de la comunidad local, muestra, de hecho, todo lo contrario: es decir, unos usos comunes y estandarizados que terminan por ecualizar la naturaleza de lo público colectivo en cualquier ciudad. Más que espacios colectivos de la diferencia, los waterfronts se muestran hoy como espacios públicos de la norma. 

 

De Rotterdam por O.M.A. Shortlisted EU Mies Award 2015. Foto: Ossip van Duivenbode

'Anatomía' de los waterfronts.

¿Podemos, por lo tanto, proponer una 'anatomía' de estos nuevos espacios urbanos donde estas tendencias de cambio se dan la mano en el waterfront? El análisis de los procesos de transformación morfológica y funcional de los entornos portuarios en las ciudades europeas muestra, de hecho, la convergencia de 10 resultados específicos que permiten ilustrar la forma en las que las dinámicas de la urbanalización han operado en este territorio sensible de la antigua ciudad industrial:
Waterfronts: urbanismo autista y burbujas urbanas. El espacio del waterfront se convierte en una isla urbana autorreferenciada; un espacio centrípeto morfológicamente y también en términos económicos y funcionales, donde los requisitos de las actividades incluidas en la tríada consumo-ocio-entretenimiento se convierten en ejes fundamentales cuando se formaliza físicamente el espacio urbano y, en consecuencia, de los programas de uso resultantes.
Waterfronts: la lógica del ‘hub’ urbano. El waterfront está concebido y planificado como un atractor de movilidad para un uso intensivo del espacio portuario con una fuerte y continua rotación de usuarios. Al igual que con cualquier otro espacio ‘hub’, el diseño de accesos y la gestión espacial de la movilidad conecta funcionalmente el waterfront a la gran cadena de hubs que aseguren la visita urbana: de las estaciones terminales a los aeropuertos.
Waterfronts: el consumo cultural como instrumento de ecualización urbana. El waterfront se entiende en términos de consumo, ocio y entretenimiento cultural basado en la amplia gama de actividades integradas en las industrias culturales. Museos, centros de exposiciones, contenedores de artes escénicas, cines multiplex o acuarios son sólo algunos ejemplos de una orientación temática que, a pesar de su aparente diversidad, produce el mismo tipo de función y forma urbana.
Waterfronts: la paradoja del capital simbólico. El waterfront es colonizado en términos semióticos con toda una narrativa visual inspirada en el cultivo intensivo de la nostalgia. Recorridos recomendados y elementos físicos explican el lugar a partir de imágenes temáticas históricas, cargadas de romanticismo, supuestamente refiriéndose a una identidad local que, paradójicamente, se muestra de forma clónica en cualquier entorno portuario en cualquier ciudad.
Waterfronts: el consumo del pasado y la commodificación urbana. El waterfront se muestra como el espacio privilegiado para la transformación de la ciudad en producto de consumo ('commodity'). Esta commodificación no sólo se refiere al aspecto físico del paisaje urbano, basado en los nuevos usos económicos, sino principalmente tiene que ver con el consumo del propio pasado urbano a través de los elementos patrimoniales que se presentan como simples recuerdos. Como ‘souvenirs del pasado’.
Waterfronts: banalización del paisaje portuario y destrucción patrimonial. El waterfront, de acuerdo con los procesos anteriores, está sujeto a una selección de elementos de la forma urbana con un currículo vitae suficiente y adecuado para componer una imagen que permita un consumo rápido del espacio. En este sentido, las estrategias quirúrgicas y la destrucción de elementos construidos en el tejido urbano con carga patrimonial han sido a menudo peajes pagados para posibilitar la necesaria banalización de la imagen portuaria.
Waterfronts: el dominio de la brandificación y la turistificación urbanas. El waterfront se convierte en el lugar privilegiado para el desarrollo de dinámicas de turistificación intensiva del espacio urbano, a menudo junto a una brandificación del espacio público que garantiza recorridos visuales orientados al consumo que proponen las grandes marcas globales del ocio y el entretenimiento. Ambos procesos, la turistificación y la brandificación contribuyen por igual a la ecualización de los entornos portuarios en todas partes.
Waterfronts: zoning urbano, ‘youth culture’ y deportes urbanos. El waterfront es objeto de una serie de áreas y un elenco zonal de actividades siempre asociadas con la cultura joven y los nuevos valores que actualmente están definiendo el estilo de vida urbano, como la cultura ‘take away’. Un proceso de especialización física del espacio que va de la mano de la hipervisibilidad de unas imágenes urbanas sobre otras y que encuentra en el deporte urbano una expresión clara.
Waterfronts: el territorio de la ‘visitors economy’. El waterfront muestra el progreso de la economía del visitante (la ‘visitors economy’). Un concepto que se refiere a cómo se modifican progresivamente los entornos urbanos locales para satisfacer las necesidades de consumo de una galería de visitantes global más amplia. Unos públicos que, efectivamente, son diferentes pero que harán un uso homólogo, genérico y repetido del espacio urbano. Un escenario que conduce a la disminución progresiva de los usos públicos colectivos locales.
Waterfronts: espacios urbanos ‘Kleenex’ y urbanismo de la seguridad. El waterfront traduce el diálogo imperfecto entre el espacio público y los recintos privados en el surgimiento de necesidades añadidas de seguridad urbana. Nuevos requisitos derivados de la nueva concepción y diseño urbano del entorno portuario, planteado como un espacio urbano Kleenex, de un solo uso, caracterizado por una fuerte rotación de públicos visitantes que con estancias ocasionales aseguran también una frecuentación continua. La confluencia de estos 10 elementos también explica la proliferación de una serie de elementos físicos presentes en cualquier waterfront a raíz del desarrollo de proyectos de regeneración urbana, que pueden agruparse de forma general en 6 paquetes temáticos principales:
→Contenedores: acuarios; museos locales; centros de consumo cultural.
→Gestores de flujos/rutas recomendadas: pasarelas; puentes; pasillos; puntos de información. 
→Gestores de la estancia: espacios y mobiliario: hamacas; playas urbanas.
→Diseño temático del espacio público según la identidad local, la cultura y la historia de cada caso concreto.
→Dispositivos-visores de los nuevos espacios panorámicos, adaptados a un consumo visual de rotación rápida.
→Mantenimiento de ‘souvenirs del pasado’ previamente seleccionados: chimeneas; almacenes; otros elementos icónicos de la actividad económica industrial anterior.

Madrid Río por Burgos & Garrido Arquitectos Asociados; Porras & La Casta Architects; Rubio & Álvarez-Sala estudio de arquitectura; West 8 urban design & landscape architecture b.v. Shortlisted Eu Mies Award 2013. Foto: Municipality of Madrid

Alternativas a los waterfronts del urbanismo copy&paste

¿Es posible plantear una aproximación a los entornos marítimos y fluviales lejos de estas coordenadas? En realidad, los waterfronts ofrecen oportunidades que el proceso de urbanalización aún no ha permitido explorar lo suficiente. En este sentido, las experiencias más exitosas sobre la regeneración urbana de la interfase ciudad-agua pueden encajar en dos grandes estrategias de proyecto: En primer lugar, podemos destacar una estrategia de contextualización, es decir, configurar el proceso de transformación del frente marítimo o fluvial a partir de las características físicas pero, sobre todo, sociales y culturales del contexto local. Se trata de una estrategia de zooming que permite ampliar el enfoque en aquellos elementos que conforman las diferencias, los pliegues y las irregularidades que construyen el sentido que hace que un lugar lo sea de manera efectiva. Esto significa, por ejemplo, priorizar claramente los usos públicos y colectivos del espacio, fomentando la identificación colectiva, el reconocimiento del lugar y la temporalidad común que cada individuo experimenta cuando se apropia libremente del espacio urbano como miembro efectivo de una comunidad local que lo reconoce como ciudadano. En segundo lugar, podemos destacar una estrategia que podemos llamar como de lentitud y que consiste en someter el proyecto de intervención a claves de uso lejos de la rápida rotación de actividades y usuarios. Es decir, una estrategia de ‘slow timing’, capaz de ampliar las posibilidades de apropiación del espacio, multiplicando de esta manera las capacidades del lugar para serlo no sólo de forma efectiva, sino también en diferentes formas. De este modo, se abre la posibilidad de incluir usos nuevos o residuales y de toda una geografía de los tiempos muertos que también caracteriza a la ciudad y a la experiencia del espacio urbano. Una geografía lenta que sólo surge y puede ser reconocida si el proyecto de arquitectura es capaz de escapar de la definición unívoca y especializada del sitio.

Harpa en Reykjavik por Henning Larsen Architects; Studio Olafur Eliasson; Batteríid architects - Ganador EU Mies Award 2013.  Foto: Nic Lehoux

Waterfronts 2050: riesgos y retos de la ciudad futura

Si los frentes marítimos y fluviales representan un fiel espejo donde se refleja la imagen de la ciudad y la cultura urbana del presente, también constituyen un territorio de prueba donde se manifiesten los retos urbanos del futuro. Pocos espacios de la ciudad se muestran, en este sentido, tan sobreexpuestos a los tres principales riesgos urbanos que destacan actualmente en las agendas de las ciudades europeas: por un lado, la simplificación y la banalización urbana que la hiperespecialización en los usos del consu-mo y la turistificación representan; por otro lado, las tendencias de exclusión social que fenómenos como la gentrificación ilustran claramente; y por último, los efectos del cambio climático que comienzan a confirmarse de una manera particularmente sensible al límite urbano en contacto directo con las masas de agua. Por lo tanto, en cuanto a los efectos negativos sobre la ciudad que representa el proceso de urbanalización, el impacto de dinámicas globales como la turistificación intensiva de los espacios centrales urbanos, no es en absoluto patrimonio de los waterfronts pero es especialmente evidente en estos territorios y es, por lo tanto, en ellos donde se pueden iniciar estrategias correctivas para asegurar la diversidad y la complejidad urbanas, el verdadero ADN de la ciudad. Del mismo modo, las tendencias de exclusión social también se han visto intensificadas gracias a los procesos de gentrificación urbana en cada vez más espacios y barrios de la ciudad, pero también son especialmente evidentes en el corazón urbano, donde se encuentran los waterfronts. En particular, en lo que respecta a la carcasa residencial de los frentes marítimos y fluviales, donde las torres de vidrio y las láminas de agua terminan componiendo un territorio paradójicamente accesible y visualmente transparente, pero opaco y socialmente inaccesible. Por último, los retos urgentes que representa el cambio climático para las ciudades europeas también se concretan de manera clara en los waterfronts, donde fenómenos como la subida del nivel del mar o las inundaciones cada vez más frecuentes y virulentas de los ríos muestran la nueva naturaleza en riesgo que caracteriza a los frentes marítimos y fluviales en el momento actual. Al mismo tiempo, el calentamiento acelerado de la atmósfera y el microclima urbanos exige contar con espacios urbanos más frescos, donde bajar la temperatura que el fenómeno de la isla de calor urbano revela con noches cada vez más tropicales. Esto da a los espacios urbanos menos densamente construidos, más abiertos y en contacto con el agua un valor estratégico en términos de adaptación de la ciudad a la emergencia climática actual. Ya sea como espacio para repensar las necesidades de diversidad funcional y complejidad de los usos del espacio público frente a la urbanalización; ya sea como territorio en el que hacer frente a los riesgos de exclusión representados por la gentrificación urbana; ya sea como laboratorio donde probar las estrategias para adaptarse a la crisis climática que permitan inaugurar un nuevo urbanismo ‘climate-proof’, los waterfronts se configuran hoy como un verdadero líving lab de la ciudad futura, como campo de pruebas privilegiado, no sólo un espejo de lo que es la ciudad actual, sino también un reflejo de lo que puede ser la ciudad futura.

Kursaal by Rafael Moneo. Ganador EU Mies Award 2001. Foto: FOAT

Arquitecturas a la orilla del agua, arquitectura contra la urbanalización 

En esta nueva metrópolis urbanalizada, progresivamente deformada por la economía visual de la brandificación y el consumo globalizado; en la que cada vez más visitantes, o habitantes ‘a tiempo parcial’, colonizan la ocupación física del espacio y, por lo tanto, la capacidad de generar sentido y significado urbanos; en esta nueva ciudad donde el triángulo económico que representan las actividades inmobiliarias, las funciones de entretenimiento y los usos del espacio vinculados al ocio muestran una cartografía urbana inexorablemente predecible, repetida y clonada, de un waterfront a otro; en este espacio urbano donde fenómenos como la gentrificación o la turistificación parecen haber tomado definitivamente el testimonio de la narrativa que explica qué son y cómo son las ciudades, la arquitectura tiene la última responsabilidad de responder con otros argumentos a las preguntas propuestas por estas tendencias. La arquitectura de los waterfronts puede sugerir y dar forma a maneras alternativas de hacer uso del espacio de la ciudad para mantener su naturaleza urbana más esencial: la que caracteriza a las ciudades como encrucijadas y lugares de encuentro de diversas presencias; como espacios donde, precisamente por ello, se incuban las nuevas preguntas; como escenarios en los que, en consecuencia, tanto el habitante como el visitante están invitados a cambiar de opinión. Lejos por lo tanto, de la previsibilidad del urbanismo del copy&paste, fuera también de las coordenadas de la urbanalización, la arquitectura en los waterfronts, la arquitectura a la orilla del agua, todavía puede entenderse como una máquina de producción de significado urbano, capaz y hábil para producir nuevos sentidos contemporáneos de todo lo público-colectivo. Todo lo que, de hecho, no sólo hace la ciudad, sino que también la hace posible. 

Francesc Muñoz es el Director del Observatorio de Urbanización de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Este artículo introduce el catálogo de la exposición "Arquitecturas en la orilla", organizada por la Fundació Mies van der Rohe y Arquitectes per l'Arquitectura en el Museo Marítimo de Barcelona y comisariada en colaboración con Francesc Muñoz. Los modelos, imágenes, dibujos, textos y materiales audiovisuales de la exposición proceden del archivo del Premio de la Unión Europea de Arquitectura Contemporánea - Premio Mies van der Rohe. En cuatro ocasiones, el jurado del Premio ha escogido como ganadores obras junto al agua, piezas clave en el desarrollo urbano de áreas de costa o fluviales de las ciudades de Donostia, Oslo, Reikiavik y París. La exposición destaca, además, obras de las ciudades de Ámsterdam, Barcelona, Copenhague, Lisboa, Marsella o Rotterdam, donde convergen varias intervenciones de gran calidad arquitectónica.

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