SUMA Arquitectura: más allá de la biblioteca

Ana María Álvarez | 10. junio 2024
Elena Orte y Guillermo Sevillano, socios y fundadores de SUMA Arquitectura.

La García Márquez de Barcelona se ha convertido en el mejor modelo para una biblioteca del siglo 21: un edificio que es un libro abierto al entorno, un oasis de luz y tranquilidad en pleno bullicio urbano, con espacios suficientes para diversidad de funciones y actividades. Desde fuera, la biblioteca llama a los vecinos a entrar al gran patio central, donde se encuentra la escalera principal que conecta todas las plantas y que organiza todos los espacios a su alrededor. En los espacios interiores, la madera y guiños a la cultura colombiana del escritor que nombra la biblioteca son los protagonistas. Además, los arquitectos implementaron diferentes estrategias de diseño sostenible que aseguraron la certificación LEED Gold.

El premio Mies van der Rohe de Arquitectura Emergente de la Unión Europea se suma a una lista difícil de encontrar entre jóvenes arquitectos. Pero, más allá de esta biblioteca, quisimos saber los siguientes pasos de SUMA Arquitectura.

Premio Ciudad de Barcelona de Arquitectura 2022, premio NAN al mejor equipamiento en 2022, premio FAD de arquitectura en el 2023, mejor biblioteca pública de 2023, Premio Mies van der Rohe de Arquitectura Emergente en 2024… 

Son reconocimientos muy importantes y, sí, inesperados. Han sido muchos años de esfuerzo y de desarrollo del proyecto. Sabemos que se trataba de una obra muy arriesgada, incluso económicamente para nosotros. Hay que decirlo: hemos perdido dinero.

Nosotros somos un estudio muy pequeñito, hacemos muy pocas obras, pero en las obras que hacemos nos dejamos cuerpo y alma, nos volcamos totalmente. La cantidad de horas y de esfuerzo que hemos dedicado a la biblioteca es muy alta. Nos ha dado para pagar a todos los implicados en la construcción pero realmente ha sido un proyecto en pérdida.

Estamos muy contentos con los premios porque nos posicionan, porque compensa las pérdidas y nos satisface mucho el trabajo que hacemos. Preferimos seguir trabajando en este rumbo antes que vendernos a grandes promotoras. Es algo casi adictivo, nos encanta el desafío.

Así que se trata de una manera consciente de trabajar: no repetimos maneras de hacer y buscamos subirnos al trapecio para buscar nuevos modos; no lo hacemos para hacer acrobacias sino porque creemos que hay un vacío que ocupar, un espacio para mejorar y cuando se nos brinda esa oportunidad la tomamos con todas las consecuencias.

Esto supone riesgos altos de gestión del propio proyecto, de implicación para sacarlo adelante o, incluso, de movimiento dentro de los límites que permite la tecnología o la industria del momento. Y, de hecho, hemos logrado ofrecer la mejor biblioteca del mundo a pesar de que una gran cantidad de las propuestas que hicimos no se han llegado a materializar. Es decir: hemos apuntado muy arriba para acabar en donde hemos acabado.

No se trata de hacer acrobacias que resulten conflictivas, sino de mejorar, de aprovechar una oportunidad para sacarle todo el jugo posible y convertir este solar —destinado a una biblioteca más en un barrio, entre calles secundarias, detrás de una comisaría de Policía Nacional— en la mejor biblioteca del mundo. Eso requiere muchas acrobacias y muchos saltos. 

Con un estudio con casi 20 años de vida, ¿qué significa ganar un premio de arquitectura emergente?

Hemos discutido sobre el adjetivo emergente, incluso somos mayores que Düsing y Hacke, los ganadores que han obtenido el premio absoluto. Acabamos de entrar en los 40 y en términos de la disciplina somos jóvenes.

De todas maneras, el proyecto de la biblioteca pone temas sobre la mesa de una manera muy singular, quizá emergente: se trata de una discusión disciplinar al razonar sobre una profesión que ya no es una práctica de prescribir soluciones y de organizar el mundo desde las alturas, sino una práctica conversacional de múltiples iteraciones e interacciones con diversos actores para conseguir espacios para la vida. Se debate también sobre el diseño holístico y ecosistémico, en el que intentamos incluir diversidad de elementos conjuntamente y en el que actuamos como integradores y cohesionadores.

Además es importante destacar la capacidad que tiene la arquitectura de construir. Los premios MIES han premiado arquitecturas con un papel público y social muy importante, y creemos que la biblioteca ha tenido un impacto social para el barrio y para la propia ciudad muy relevante. El papel de la arquitectura en la sociedad se ha puesto en crisis y bajo sospecha en los últimos años: con este proyecto y este premio se reivindica ese papel de aportar valor a la sociedad. Y no aporta valor a los bolsillos sino a la sociedad. 

Foto: Jesús Granada

Tanto a nivel arquitectónico como a nivel profesional, ¿cómo veis los proyectos de SUMA después de la biblioteca?

Seguimos buscando desafíos, igualmente, y seguimos trabajando. Creemos que este proyecto nos confirma que nuestra manera de trabajar es válida y que vamos por un buen camino. Fortalece nuestra manera de trabajar, esa mezcla de investigación y desarrollo de proyectos. Y seguimos pensando que la manera de involucrarnos debe seguir siendo al máximo para conseguir acabar bien. Nos da impulso pero seguimos trabajando igual.

Somos conscientes de que tenemos un problema metodológico que es que no solemos repetirnos. Nos desafiamos constantemente. Cada proyecto es singular, ofrece una oportunidad y un potencial de exploración y de desarrollo, lo que supone una implicación bestial y, generalmente, sin saber a dónde se va a llegar. Por ejemplo, en este momento estamos poniendo en marcha un Centro de Innovación de la Madera, Realización y Aprendizaje en el centro peninsular para implantar un programa educativo para investigar y para producir prototipos. Así que estamos desarrollando una arquitectura acorde con ello: esto significa inventarse un programa, construir una localización, establecer vínculos con instituciones para hacerlo posible, buscar financiación. Es una aventura y no sabemos dónde vamos a terminar ni a aterrizar en paracaídas.

Es lo que nos interesa. No hemos tenido promotores privados ni redes de contactos que nos hagan encargos. Así continuamos. No esperamos a que un cliente llame a nuestra puerta y nos quedamos de brazos cruzados, sino que nos ponemos en marcha, a través de concursos públicos o de promoción propia. Como la cooperativa que construimos en Madrid: buscamos el solar, hicimos el proyecto, buscamos a los cooperativistas, buscamos a la gestora que ayudara a conseguir apoyo económico de los bancos.

No para de sonar el teléfono pero es solamente para hacer entrevistas.

Una frase nos define: somos socioconstructivistas. Significa que creemos que la red que sostiene los proyectos y las iniciativas es construible. Significa que la función, el programa, se puede construir, se puede redefinir, modificar, mejorar. Así que el cliente se construye y el lugar se construye. En el caso de la biblioteca, apostamos por convertir el sitio en un lugar de referencia para el barrio: fue claro que se podía reconstruir el lugar, el cliente, los recursos.

No tomamos nada como dado ni lo abordamos con prejuicios. Buscamos conseguir la mayor cantidad de prestaciones con los recursos disponibles. La biblioteca, recordemos, ha costado 1.990€/m2 de presupuesto de ejecución material.

Foto: Jesús Granada

Volvamos a la biblioteca. Cuando se presentaron al concurso, ¿sabían el nombre que tendría la biblioteca? Existen elementos y formas en el espacio de la biblioteca que son extraídas de los libros de García Márquez y de la realidad colombiana.

No sabíamos. Pero, sorprendentemente, nuestro lema para el concurso fue “El Bosque Encantado”. Creemos que hay algo de realismo mágico en la biblioteca.

Nos gusta que la hayan calificado de un espacio palaciego para el público y para el barrio. Apostamos por recursos tecnológicos que llevaran a intensificar la experiencia del espacio y la experiencia bibliotecaria como infraestructura pública. Y esto sucede, en gran parte, porque se conecta, de alguna manera, con la literatura latinoamericana de finales del siglo XX.

¿Cómo encontraron referencias sobre García Márquez y sobre Colombia? 

Mezclamos referencias de libros que habíamos leído, de conversaciones que fuimos teniendo con los bibliotecarios. Es un proyecto que aglutina mucha conversación, con muchos agentes, con los vecinos, con los bibliotecarios, con la Diputació de Barcelona. Recopilamos elementos, los depuramos y los integramos en la arquitectura.

Ese “bosque encantado” es real. Es mágico porque es un palacio para el pueblo: en medio de un entorno urbano consolidado, se puede entrar en un oasis rodeado de árboles y madera. Pensamos en la combinación de imágenes que hace Gabriel García Márquez al construir paisajes literarios, e hilvanamos de una manera plausible esos paisajes mágicos en una biblioteca real. No porque estuviéramos buscando una analogía con el nombre del edificio, sino porque fue el camino que decidimos seguir: entender la biblioteca como un viaje alucinante a un paisaje de lugares que ocurren en otros sitios.

Foto: Jesús Granada

¿Cómo ha sido para un equipo otra ciudad ganar un concurso en Barcelona?

Ha sido el primero y el único que hemos ganado en Cataluña. Durante el desarrollo del proyecto, fuimos conociendo a miembros del jurado que nos trasladaron que, desde el momento de decidirse por nuestro proyecto, ya sabían que asumían un riesgo pero que merecía la pena.

Se trató de un concurso anónimo y entendemos que saltaron las alarmas cuando vieron que éramos dos jovencitos de Madrid. No obstante, en todos estos años (ganamos el concurso en el 2015), nuestra relación con BIMSA, con Biblioteques de Barcelona y con el ayuntamiento ha sido magnífica, de mucha complicidad que se creó de constantes conversaciones.

Nos tomamos cada proyecto como una aventura, profesional claramente pero como pareja también. Elena llevó la obra y fue un proyecto muy complejo, con problemas que le afectaron la salud. Tuvimos que defender constantemente el proyecto pero trabajamos juntos en hacer todo lo posible por sacarlo adelante.

Para cerrar, en SUMA existe MUSA, ¿de qué se trata?

Musa Research es el área de nuestro estudio que se dedica a la investigación, a proyectos que merecen o en los que se crea la oportunidad de desarrollar una labor de investigación sobre arquitectura. Creemos que se puede añadir valor en muchas áreas y una de ellas es en la definición de los programas y las funciones, que se entienda de una manera holística, transversal y multidisciplinar.

Con Musa, en paralelo al proceso del proyecto básico de la García Márquez, desarrollamos toda la investigación sobre bibliotecas. Algunos de los cuadernos están ahora en la exposición de los premios Mies; se reflejan todas las situaciones y los ecosistemas que nos interesaban y que quisimos trasladar a la biblioteca pero que se debían recombinar de una manera holística. Esos estudios nos ayudaron a encontrar condiciones que se podían magnificar en la biblioteca. Como el vestíbulo: es el punto de acceso a la biblioteca pero también es un espacio para acoger diversidad casi infinita de funciones y actividades: escaparate, club de lectura, cine al aire libre, descansar… No obstante el éxito de la biblioteca, está al 80 % de su capacidad programática.

Foto: Jesús Granada

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