Gonzalo Herrero Delicado

El futuro no es como nos lo prometieron

Gonzalo Herrero Delicado
27. enero 2016
Fotograma de Blade Runner (1982) de Ridley Scott

Ya han pasado casi 15 años desde que se estrenara la película Minority Report y más del doble desde que lo hiciera Blade Runner. Sin embargo el futuro que planteaban ambas películas está aún muy lejos de la realidad que vivimos si tenemos en cuenta que solo quedan tres años para 2019, año en el que se ambientó la ciudad de los replicantes de Ridley Scott. El futuro no era como nos lo prometieron. La película basada en el libro de Philip K Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? planteaba un hipotético futuro donde la tecnología cobraba un rol protagonista equilibrándose, o incluso sobreponiéndose, a la acción de las personas.

Fotograma de Minority Report (2002) de Steven Spielberg

Los escenarios planteados por ambas películas, así como tantas otras, comparten características urbanas y arquitectónicas que evolucionaron desde un enfoque cuasi-apocalíptico en los ochenta a uno más aséptico y límpido con el inicio del milenio. Ambas películas planteaban un futuro marcadamente distópico donde entraban en debate las relaciones entre los humanos y las máquinas y el rol que jugaban cada uno de ellos en el funcionamiento de la ciudad. Un contexto donde la tecnología juega un papel principal y activo, convirtiendo al humano en un personaje a merced del control autoritario de las maquinas. El miedo del humano por el empoderamiento de los robots y los androides toma un peso decisivo en la trama de películas de este género futurista. Desde este punto de vista el panorama planteado en ambos guiones guarda una estrecha conexión con nuestro presente más extremo. Un presente donde la arquitectura y el diseño quedan a merced de los avances tecnológicos y donde por primera vez la tecnología replica y condiciona no sólo a la arquitectura sino la acción humana en lugar de ser al contrario.  

Interior de la granja de servidores Supernap en Nevada (C) Supernap

En Octubre de 2015, Rem Koolhaas impartió una conferencia de presentación de su curso en la Graduate School of Design de la Universidad de Harvard. En ella Koolhaas presentaba la condición contemporánea del entorno rural como contrapunto de la sobrefocalización de la arquitectura en las ciudades. Uno de los puntos donde el arquitecto acentuaba su discurso era en el diseño de los Server Farms o Granjas de Servidores, catalogándolos de sublimes y entendiendo este adjetivo como la representación clásica de aquello que difícilmente podemos llegar a comprender cómo se funciona. Estas arquitecturas que albergan los servidores de datos informáticos que rigen nuestro día a día, están diseñadas bajo unos requerimientos espaciales y ambientales específicos con el fin de satisfacer las necesidades particulares de estas macroestructuras.  Estos requerimientos  se traducen no sólo en una localización específica en ubicaciones remotas donde poder llevar a cabo estas macro-construcciones de gran escala y que van desde entornos rurales al ártico, sino en espacios hipercontrolados y regulados a nivel de seguridad o temperatura. Paralelamente estas macroestructuras requieren de enormes infraestructuras colaterales para poder abastecer de energía estos complejos que consumen aproximadamente el 10% de la electricidad del mundo. Estos factores se traducen en una arquitectura que la mayoría de la población asociaría con adjetivos como moderno, innovador o vanguardista, muy cercanos a las características que definen cualquier escenario cinematográfico futurista. Esta imagen vinculada a los espacios para los servidores que representan una de las más próximas representaciones de la arquitectura del futuro en el presente, contrasta radicalmente con la de los espacios dedicados a los humanos en esas mismas instalaciones. Espacios donde la presencia tecnológica es casi imperceptible y donde las imágenes más vernáculas y tradicionales de la arquitectura quedan patentes.

Espacio de descanso de la granja de servidores Supernap en Nevada (C) Supernap

Esta particular coyuntura sirve como ejemplo para demostrar como la innovación tecnológica en arquitectura está privilegiada por la tecnología en sí misma, desterrando de su uso y disfrute a los humanos. Sin embargo es la propia naturaleza humana la que se en realidad se resiste a aceptar los avances de la tecnología. Un reciente estudio de la Universidad de Chapman en Estados Unidos [1] concluyó que la mayoría de los americanos tienen más miedo a la tecnología que a la muerte. Lo que a priori puede parecer inverosímil en realidad tiene su base en los principios más básicos del miedo que se definen por aquello que desconocemos o que no tenemos control sobre ello; tal y como sucede en gran medida con el rápido avance tecnológico. Esto sumado a la incesante dependencia tecnológica de la sociedad contemporánea hace entender la estadística. Paralelamente esa dependencia tecnológica se ve especialmente marcada en el sector laboral con la creciente demanda de la automatización y robotización de cada vez más procesos y acciones que habían sido tradicionalmente desarrolladas por personas. Esto se vincula directamente con otra estadística llevada a cabo por la cadena de televisión inglesa Sky News que afirma que casi la mitad de los británicos temen que los robots les puedan quitar en algún momento sus puestos de trabajo [2].

La automatización de determinados procesos laborales es especialmente marcada en los procesos de producción de arquitectura donde la robotización es uno de los más inminentes y radicales cambios que va a sufrir la disciplina. Lo que ahora se puede entender como casos experimentales y remotos no deja de ser un claro ejemplo de lo que está por acontecer en un futuro próximo. Sirva como ejemplo el trabajo del estudio Gramazio Kohler Architects que lleva casi 20 años explorando desde su taller de investigación en la ETH de Zurich, los límites entre la robótica y la arquitectura, desarrollando proyectos a cada vez mayor escala con drones y robots que construyen automáticamente estructuras. Por otro lado el diseñador holandés Joris Laarman aplica la biomímesis a sus procesos de diseño, optimizando así la utilización de recursos y materiales y desarrollando proyectos como el primer puente construido por un robot de impresión 3D, que cruzará uno de los canales de la ciudad de Amsterdam en pocos meses. Es precisamente la producción 3D donde la tecnología y la arquitectura encuentran su principal alianza y donde estudios de gran escala como Foster + Partners o ARUP están investigando más ahínco para crear de manera más económica y controlada, elementos para  desarrollar estructuras complejas, específicas y únicas sin pasar por la costosa producción en serie industrializada que anteriormente era inevitable. 


‘Flight assembled architecture’ (2011) de Gramazio Kohler Architecture e incluyendo el uso de drones

Si hacemos un salto al espacio doméstico encontramos que la presencia tecnológica y la innovación e investigación en este mercado ha sido continua. La aplicación tecnológica en el espacio doméstica ha sido tradicionalmente secundaria puesto que los recursos para investigación ya fuesen privados como públicos, han sido siempre destinados a otros menesteres de mayor rentabilidad económica. Este es el ejemplo de la investigación tecnológica para fines militares y cuyos hallazgos han sido sólo aplicados a la casa muchos años más tarde, tal y como describe pormenorizadamente Beatríz Colomina en su libro La Domesticidad en Guerra. Sin embargo esta condición de aplicación secundaria o a posteriori para el espacio doméstico ha mutado y son ahora las grandes empresas como Google las que se interesan por explorar lo que se conoce como Smart Home, siempre bajo una moral de eficiencia energética y ahorro económico por supuesto. Es importante analizar brevemente el porqué de este renovado interés por la domotización y la implementación tecnológica de la vivienda, sirviendo como ejemplo el caso de la empresa americana Nest Labs. Esta empresa creada por Tony Fadell, exvicepresidente de Apple, comenzó desarrollando termostatos de fácil instalación y uso intuitivo, expandiendo pocos años después su exitosa oferta al sector de la seguridad doméstica precedido por una suerte de adquisición de la empresa por parte de Google. Google, ese buscador gratuito que monitoriza cada uno de nuestros movimientos en internet y que ahora también vigila nuestros movimientos y conductas en el espacio más privado de cada persona que es nuestra casa, a través de los populares termostatos y cámaras de seguridad ofrecidos por Nest Labs. Este es otro claro ejemplo para entender la ansiedad y miedo que genera el rol de la tecnología en nuestras vidas diarias y que encuentra como principal aliado a la arquitectura y el diseño.

La tecnología juega un doble rol en el delicado filo de la navaja entre el optimismo y el miedo. La eficiencia  y optimización tecnológica supone consecuencias y debates colaterales que debemos sin duda tener en consideración. El futuro de la arquitectura y de nuestras ciudades es ciertamente distópico e incierto, tanto como poco prometedor, tal y como nos lo afirmaba Ridley Scott. Los escenarios de nuestro presente extremo en los que desarrollamos nuestro día a día nos están dirigiendo inevitablemente hacia un desolador y poco optimista futuro del que vagamente somos conscientes. 


Gonzalo Herrero Delicado es arquitecto y comisario en Londres donde actualmente trabaja comisariando el programa que abrirá el nuevo Design Museum. Previamente ha sido comisario de Programas Públicos de The Architecture Foundation donde entre otros proyectos comisarió el programa Architectureon Film para el Barbican Centre, y trabajado en diversos estudios en España y Francia entre los que destaca Lacaton&Vassal Architectes. Así mismo ha desarrollado proyectos para instituciones como Serpentine Galleries, TATE, Somerset House o el Institute of Contemporary Arts, y sus artículos han sido publicados ampliamente en revistas como Domus, Abitare o A10. www.gonzaloherrero.eu

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